2014
Antón Costas: La industria nos salvará
Los retos a los que se enfrentará la sociedad española son fenomenales. El principal es el desempleo. Otro, la desigualdad. Paralelamente, el desendeudamiento privado y público. Y junto a estos, la adaptación de nuestro sistema productivo a la nueva revolución industrial del siglo XXI, la revolución digital, cuyas consecuencias sobre el paro y la desigualdad pueden ser importantes. La respuesta requiere fortalecer la productividad y el crecimiento a largo plazo, y que este crecimiento sea inclusivo. De lo contrario, el paro, la desigualdad y el endeudamiento se harán crónicos.
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Háganse esta pregunta: ¿qué es lo que va bien en la economía española? La respuesta es inmediata: las exportaciones de bienes y servicios y la sustitución de importaciones. La española es la economía de la UE que mejor comportamiento exportador ha tenido desde inicios de este siglo, mejorando incluso el de Alemania en los últimos años.
¿Qué es lo que explica este buen comportamiento? El tejido industrial existente. No todo fue una fiesta durante los años de la burbuja del crédito. Una buena parte del endeudamiento se utilizó para modernizar las empresas, industrializarlas y mejorar su productividad. Esa modernización explica el buen comportamiento exportador.
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Sin embargo, la industria ha sido el patito feo de la política económica de todos los Gobiernos. La estrategia de apertura y liberalización para el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea penalizó especialmente a la industria. Y lo mismo ocurrió con la paridad de la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo en los ochenta y en el euro en los noventa.
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Este desinterés y la falta de apoyo político a la industria han tenido dos efectos negativos importantes. En primer lugar, sobre la formación profesional. Ha sido también el patito feo de nuestro sistema educativo. Era lógico: donde no hay interés por la industria no puede funcionar la FP (…) En segundo lugar, sobre la baja capacidad de I+D+i y su escasa orientación a la investigación aplicada. Si no hay una industria potente, no habrá presión adecuada sobre los Gobiernos para aumentar este tipo de gasto público productivo. Ni tampoco una elevada inversión privada.
Pero, como no hay mal que por bien no venga, la crisis abre una ventana de oportunidad para articular una santa alianza entre industria, conocimiento útil y empleo. Esta santísima trinidad es posible ahora por tres motivos.
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El nuevo contrato social que necesita España requiere de esta alianza entre empresas, sector público y sociedad. Es un instrumento básico para desarrollar la política industrial estratégica imprescindible para lograr esa santa alianza entre industrialización, conocimiento útil y empleo.
Antón Costas es catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
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