Entre el ultimátum del FMI conminando a la reestructuración de la deuda y los embarazosos desmentidos de Alexis Tsipras asegurando que no ordenó preparar un plan secreto para volver al dracma, está claro que el culebrón griego no ha terminado. Sin embargo, el acuerdo sobre el nuevo plan de ayuda por parte de Europa merece que nos detengamos en él para desmentir algunos clichés.
Primera lección: Europa funciona. Aunque, pase lo que pase, la tendencia mayoritaria de los medios de comunicación sea explicarnos que la Unión Europea se va a pique, esta ha demostrado una vez más su formidable resistencia. Sean cuales sean los obstáculos, los vence y sigue adelante.
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La segunda lección, palmaria y tan poco explotada por los partidos tradicionales, es el callejón sin salida de los populismos. Hemos podido comprobar con nuestros propios ojos, y en tiempo real, que cuando el populismo llega al poder conduce al pueblo a un callejón sin salida. O, si hay salida, se paga a un precio mucho más elevado que si el país hubiera sido objeto de una gestión equilibrada. ¿Hay que recordar que en apenas unos meses el Gobierno de Tsipras ha conseguido dejar la economía griega en punto muerto? Sus falsas y vanas promesas han destruido de forma duradera no solo la confianza de sus socios, sino también la de los propios griegos. Unas promesas hechas en nombre de la reconquista de la “soberanía”: no hay argumento más falaz, pues el obstáculo a toda soberanía es el peso de la deuda. Y Grecia recuperará su parte de soberanía gracias a Europa.
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Tercera lección: sería conveniente evitar la exageración, el énfasis y, para terminar, los contrasentidos que presentan como un error o como una vergüenza una solución de rescate in extremis. Lo más desastroso es la noción de “humillación”, tema alrededor del cual se han construido los extremismos y todos los totalitarismos. En este caso, se trata de una “humillación” de más de 80.000 millones de euros en ayudas a un país en dificultades procedentes de los otros europeos. Más de 30.000 de ellos previstos para inversiones destinadas a impulsar y estructurar una reactivación duradera de la economía griega. La verdadera humillación es la situación en la que los griegos se han colocado a sí mismos.
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La cuarta y, por ahora, última lección es sin duda la más importante. Alemania ha dado sin duda su primer paso en falso diplomático de gravedad. Mientras que, una vez más, nos la presentan como segura de sí misma y dominadora, debido a su actitud rígida en intransigente en sus principios, ha provocado una crítica inédita por parte de una de las grandes figuras europeas, Jürgen Habermas, que asegura que “en una noche, Alemania ha dilapidado un capital de confianza acumulado durante medio siglo”. Aunque la canciller cuenta con el apoyo de su opinión pública, una parte de la prensa alemana la acusa de haber colocado a Alemania en una situación en la que, por primera vez en 50 años, pide menos Europa en vez de más Europa.
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Pero el debate abierto en Alemania, que consiste en lamentar que el caso griego haya conducido al país a reaccionar de una forma más alemana que europea, es y será útil y central.