2014
Antón Costas: Gobernados por ideas equivocadas
La economía europea camina hacia una nueva recesión. La tercera en cinco años. Un récord nunca igualado en la historia económica mundial. Aunque quizá sería más acertado decir que, más que entrar en una tercera recesión, en realidad no hemos salido de la segunda.
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Ante este panorama no precisamente alentador, no es sorprendente que organismos tan poco proclives a la crítica política como son la OCDE, la OIT o el FMI, después de haber juzgado inadecuada la política de austeridad, ahora carguen las tintas contra la continuidad de las políticas de recortes de salarios. Provocan anorexia de consumo y deprimen la economía. Críticas a las políticas a las que se ha sumado la autorizada opinión del gobernador del BCE al señalar un problema de demanda y deflación.
Hay algo intrigante para mí en el comportamiento de la política económica europea. ¿Por qué sus responsables no ven que las políticas llevadas a cabo desde mediados de 2010 abocan a la recesión recurrente, al estancamiento y el desempleo masivo? ¿Qué es lo que les ciega? ¿Son los intereses creados o las ideas equivocadas?
Estos interrogantes me han hecho recordar la reflexión con que John Maynard Keynes cerró su obra magna la Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en los años treinta en una situación depresiva y de fallos de políticas muy similar a la de hoy. La última frase dice así: “Tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para mal como para bien” (cito la traducción del FCE, segunda edición, de 1965).
Esta frase se entiende habitualmente en el sentido de que son las ideas, más que los intereses, las que acaban provocando las malas políticas. Pero como ha señalado con agudeza Robert Skidelsky en su magnífica biografía sobre Keynes (publicada en castellano por RBA, 2013), lo que resulta intrigante es la afirmación de Keynes de que las ideas también pueden ser peligrosas “para bien”.
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La austeridad y las reducciones de salarios no se han utilizado como instrumentos pragmáticos de política, sino como principios morales buenos en sí mismos, al margen de las condiciones de la economía. Esto es filosofía moral dogmática, no economía.
Antón Costas es Catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona
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