2019
Antón Costas: En medio de la niebla
Después de una sorprendentemente prolongada recuperación económica que parecía inmune a los avatares de la política, este verano nos ha dejado la amenaza de una nueva recesión en el 2020. Si así fuese, a diferencia de la recesión del 2008, que fue debida a una burbuja de endeudamiento en activos inmobiliarios, y de las de 1973, 1979 y 1990, que fueron provocadas por un aumento de los precios del petróleo, esta recesión sería la consecuencia de la incertidumbre política que provoca el populismo.
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Con el populismo sucede como en algunas enfermedades, es fácil confundir efectos con causas. El auge de los dirigentes autoritarios no es sino el efecto de una causa más profunda: el resentimiento social contra unos gobiernos –tanto los liberalconservadores como los socialdemócratas– que durante tres décadas hicieron políticas neoliberales que han provocado desigualdad, inseguridad económica, ansiedad y miedo al futuro.
La desigualdad ha sido el aliviadero en el que han vertido todas las aguas sucias de las políticas neoliberales, favorables, por un lado, a los intereses del capitalismo corporativo global y, por otro, ciegas a sus efectos distributivos internos. Pero la tolerancia social a la desigualdad se ha agotado. Este viraje social ha sido bien aprovechado por los populistas.
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¿Qué hacer? La respuesta tiene que partir de la convicción de que es posible evitar la recesión y luchar contra los populistas. Los bancos centrales están preparados para intervenir. Pero no es suficiente. Los tipos de interés son ya muy bajos y no tienen margen de reducción suficiente para estimular el consumo y la inversión por esa vía. Ahora es el momento de los gobiernos. Necesitamos una decidida política fiscal anticíclica. No basada en recortes de impuestos, que acaban beneficiando a los más ricos, sino en programas de inversión pública. En dos ámbitos principales. Por un lado, en servicios públicos fundamentales como la educación y la sanidad y en programas contra la pobreza y la exclusión social. Por otro lado, en políticas industriales basadas en el territorio, que fomenten los buenos empleos y la recuperación de la prosperidad de las comunidades devastadas por la desindustrialización y el abandono político. Comunidades que son donde más ha arraigado el populismo.
Antón Costas es catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
Lea el artículo completo en La Vanguardia, 04-09-2019
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