Apuntes
La empresa ante el despido creado intencionadamente por un ejecutivo
Una de las mayores preocupaciones de los Directores Generales de un gran número de empresas es saber enfrentarse a tiempo ante una estrategia perfectamente calculada por alguno de sus principales ejecutivos para conseguir su salida indemnizada de la entidad. En estos casos, suele tratarse de cantidades indemnizatorias importantes, bien por disponer de blindaje en su contrato bien por contar con una antigüedad que convierte su indemnización en un poderoso incentivo. Ante estas situaciones, la cuestión es saber reaccionar a tiempo para cortocircuitar la maquinación.
El primer indicio sintomático de que “algo se está preparando”, suele ser una primera manifestación verbal del ejecutivo sobre su malestar personal por considerarse incomprendido por la Dirección de la empresa, con ciertas referencias a un ninguneo de su posición jerárquica en la misma. En otras ocasiones, es habitual que el ejecutivo aproveche ciertas medidas implementadas por la Dirección para reaccionar posicionándose en el insidioso papel victimista de “objetivo a derribar”. El conflicto ya está servido. Sin embargo, en este estadio inicial, que derivará en un ataque de profunda virulencia, el Director General todavía no es capaz de visualizar la trascendencia de esos primeros reproches.
Establecidas las bases sobre las que más adelante se proclamará la declaración de abierta confrontación, se inicia la segunda fase. Empieza el cruce de e-mails en los que el ejecutivo amargamente sigue manifestando la falta de comprensión, la carencia de medios para conseguir sus objetivos o bien que, con la nueva política emprendida por la entidad, su posición funcional en el ámbito de la toma de decisiones ha quedado realmente lastrada. De este modo, el ejecutivo ya ha conseguido delimitar las causas que sustentarán, muy posiblemente, su demanda contra la entidad a fin de conseguir la extinción de su contrato de trabajo.
En el desarrollo de esta etapa, la Dirección usualmente reconviene al ejecutivo sobre su actitud y, a su vez, el ejecutivo, defendiéndose, se convierte en un ser inerte: los motivos de sus quejas son reales y, pese a haberlos advertido en su momento, no recibe más respuesta que una frontal oposición a sus legítimas aspiraciones. Con el transcurso del tiempo el nivel de crispación va in crescendo, principalmente por el enrocamiento del ejecutivo y la frustración de la Dirección de la emprsesa ante su falta de proactividad.
Culminada esta etapa, el siguiente paso es más que predecible: la baja laboral del ejecutivo por trantorno ansioso depresivo motivado por problemas laborales. Es bien conocida la facilidad con la que, lamentablemente, se diagnostica este cuadro clínico por los facultativos del Servicio Nacional de Salud.
Llegados a este punto, al cabo de unas pocas semanas se notifica a la empresa una demanda por extinción voluntaria del contrato de trabajo instada por el ejecutivo y motivada por supuesto acoso en el trabajo o modificación sustancial de sus condiciones de trabajo.
El problema está servido. La cuestión es ¿qué ha hecho la empresa para llegar a esta situación? La respuesta es sencilla: advertir tardíamente lo que con tanto tiempo el ejecutivo ha estado propiciando, su despido intencionado de la entidad.
La pregunta es obvia: ¿pueden tomarse medidas respecto a este tipo de conductas? La respuesta es sí, pero para ello es preciso reconocer al inicio el problema para diagnosticarlo a tiempo y tomar las medidas adecuadas.
Obviamente, aun cuando este texto hace referencia a los problemas con los que pueden encontrarse los Directores Generales respecto a sus principales ejecutivos, también es trasladable a cualquier trabajador de la entidad, directivo o mando, con mayor o menor responsabilidad y/o capacidad de supervisión en la organización de la empresa.
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